Funcionarios y expertos de unos 100 países participan en una conferencia de cinco días convocada por la Organización de las Naciones Unidas en la ciudad alemana de Bonn, sobre los daños que causan los llamados asesinos químicos empleados en la agricultura.
Uno de esos productos es el monocrotophos, producido por una docena de firmas, en su mayoría asiáticas, y usado de forma masiva en muchos países en desarrollo contra insectos y arañas que dañan cultivos de algodón, cítricos, arroz y maíz, entre otros.
El uso de monocrotophos y otros insecticidas que contienen tóxicas sustancias organofosforadas implica graves riesgos para cientos de miles de agricultores, y en especial para los de países pobres, que suelen carecer de vestimenta protectora y equipos de applicación adecuados.
Los efectos que los oganofosforados causan a seres humanos incluyen náuseas, diarrea, visión borrosa y, en casos graves, depresión de la actividad respiratoria, convulsiones y muerte.
El monocrotophos también es muy tóxico para otros mamíferos y para aves. Estudios realizados en Hungría, donde fue empleado durante 25 años, indican que causó más daños a aves silvestres que cualquier otro pesticida.
Especialistas prevén que la conferencia de Bonn decidirá incluir a todos los productos que incluyen monocrotophos en la lista de 26 pesticidas y otros cinco productos químicos para agricultura que sólo pueden ser exportados con consentimiento informado del país comprador sobre su peligrosidad.
Esa lista fue definida en la Convención de Rotterdam, firmada en 1998 en esa sudoccidental ciudad holandesa pero que aún no entró en vigor. En aquel momento incluía 22 pesticidas, y luego se le agregaron otros cuatro más.
La inclusión del monocrotophos en la lista se facilita porque en la actualidad hay en el mercado productos alternativos menos dañinos, dijeron a IPS fuentes de la conferencia.
El primer y crucial paso para evitar más envenamientos es asegurar que ningún país importe esos peligrosos pesticidas sin plena información sobre sus riesgos, señaló el director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Klaus Toepfer.
La Convención de Rotterdam establece un eficaz sistema para evitar muchos de los fatales errores cometidos en las últimas décadas, cuando existía más ingenuidad acerca de los peligros de los agroquímicos, comentó.
Ese acuerdo internacional brinda a los países compradores medios para identificar peligros potenciales, y prohíbe la exportación a un país de un producto rechazado por su gobierno, explicó Toepfer.
Cuando un país acepta importar un producto incluido en la lista, la convención establece requisitos de etiquetado e información al público que contribuyen a reducir los riesgos.
El tratado fue firmado por 72 naciones y por la Unión Europea como tal. Luego lo ratificaron 33 países, y entrará en vigor 90 días después de contar con 50 ratificaciones.
Hace un mes, la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable realizada en Johannesburgo expresó su voluntad de impulsar la ratificación e implementación de la Convención de Rotterdam, para que pueda entrar en vigor el año próximo.
La cumbre también acordó que el sistema de consentimiento informado se aplique en forma voluntaria hasta que la convención sea implementada.
El nombre oficial de la conferencia de Bonn es Noveno Encuentro de la Comisión Intergubernamental Negociadora de la Convención de Rotterdam sobre Procedimiento de Consentimiento Previo Informado para el Comercio Internacional de Ciertos Pesticidas y Otros Productos Químicos.
La agricultura no es viable sin pesticidas, pero la ausencia de controles del mercadeo y la venta de sustancias muy tóxicas como el monocrotophos implica grave riesgo para agricultores pobres de países en desarrollo, según la directora general del departamento de agricultura de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, Louise Fresco.
El control de la venta de monocrotophos sería un importante avance por sí mismo, y además destacaría el problema de otros organofosforados baratos y muy tóxicos, apuntó el especialista alemán Reiner Arndt, presidente del Comité Interino de Revisión Química, un organismo científico de la Convención de Rotterdam.
Es frecuente que esas sustancias sean desarrolladas en países industrializados, y luego producidas y consumidas en gran escala en otras naciones, cuando caducan sus patentes, pese a creciente evidencia de su peligrosidad, comentó.
Imponer controles al comercio de monocrotophos reafirmará el derecho a establecer restricciones con base en el uso habitual de una sustancia, aunque ese uso no cumpla las instrucciones del productor, agregó.
Según el PNUMA, con sede en Nairobi, en la actualidad están disponibles unos 70.000 productos químicos para la agricultura, y cada año se lanzan al mercado unos 1.500 más. Eso es un desafío para los gobiernos, que deben mantener actualizada su información sobre todos los productos y los potenciales riesgos de cada uno.
Fallas de información y control determinan que muchos pesticidas prohibidos o sujetos a severas restricciones en el mundo industrializado aún se usen sin precauciones en el mundo en desarrollo. (FIN/IPS/tra-eng/raj/mp/en/02